JUSTICIA E IGUALDAD

La batalla por la igualdad y la no discriminación es una batalla continua. A pesar de los numerosos esfuerzos de la comunidad internacional, el racismo y las prácticas racistas continúan produciéndose de manera sutil y viciosa. Están presentes en la vida cotidiana. Las medidas llevadas a cabo a nivel nacional para combatir el racismo no suelen ser efectivas. Necesitamos identificar y estudiar, una por una, las razones por las que, a pesar de la adopción de medidas legislativas, políticas y programas, no se produce un avance significativo en la erradicación del racismo y la discriminación racial.

Debemos reflexionar, por ejemplo, sobre cómo actúa el racismo en las situaciones de la vida cotidiana, cómo las victimas reconocen expresiones de racismo encubiertas y como se enfrentan a ellas cotidianamente.

El concepto de raza fue utilizado por primera vez en 1684, pero quien es considerado como auténtico fundador de la doctrina de la raza, como ideología moderna, es el científico sueco, Carl von Linné, que dividió la especie humana en cuatro razas fundamentales: indios, europeos, asiáticos y negros. Pero nos preguntamos, a los ojos de Dios, ¿somos diferentes? ¿Somos mejores o peores por ser de otra raza? Dios nos habla de amar al prójimo como a uno mismo, sin mencionar el color de la piel, la religión o el nivel social.

Entonces, nos preguntamos hoy, ¿por qué ese empeño en realizar diferencias? ¿Por qué no intentar aceptarnos como hermanos, como compañeros en esta vida?

En la historia nos encontramos con muchas situaciones de discriminación. Unos 6 millones de judíos murieron a causa del Holocausto. A estos se le sumaron víctimas gitanas, esclavos, homosexuales, testigos de Jehová, comunistas, y otros grupos «no arios».

Todo esto lo vemos por televisión, lo leemos en libros o periódicos y, aún, seguimos sin aprender nada. Elegimos el camino más fácil, alejándonos de la palabra de Dios.

El racismo cotidiano puede adoptar muchas formas. Se expresa sobre todo a través de interacciones cara a cara, a través de ofensas nominales, el uso de etiquetas o lugares comunes despectivos, chistes racistas, miradas hostiles y sospechosas, gestos insultantes, mal servicio o negación del acceso a lugares públicos, intercambios personales groseros o incómodos.

Muchos de estos actos de racismo cotidiano se basan en predisposiciones, estereotipos y prejuicios, profundamente enraizados en muchas sociedades. Si estas actitudes y comportamientos continúan desatendiéndose van a perpetuar el odio.

Debemos tener en cuenta que la educación es un elemento clave para cambiar las actitudes y comportamientos racistas e intolerantes. Las escuelas facilitan la interacción y los intercambios; crean consciencia sobre las diferencias culturales; defienden y desarrollan el pluralismo cultural en la sociedad y ayudan a los niños a tratar los conflictos que se presentan de una forma constructiva revelando los diversos intereses y buscando objetivos comunes.

Muchas personas son víctimas diariamente por quienes son o cómo son percibidas por los otros. Nos posicionamos solidariamente con ellas y con todas las víctimas de la intolerancia al renovar nuestro compromiso para eliminar el racismo, la discriminación racial y la xenofobia. Hay que trabajar para que todos los pueblos del mundo tomen conciencia de esta situación y podamos revertirla.

Isabel Lacruz Albás