En 1945, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, comenzaron en la ciudad de Núremberg los famosos Juicios de Núremberg en los que importantes jerarcas nazis fueron acusados y juzgados como criminales de guerra. La autoridad del Tribunal Militar Internacional, encargado de juzgarles, emanaba del Acuerdo de Londres del día 8 de agosto de 1945 –aceptado por 19 naciones-, día en el que representantes de Reino Unido, Estados Unidos, la URSS y Francia acordaron la constitución de un tribunal que juzgase a antiguos nazis del Eje de acuerdo con el Artículo 6 del Estatuto del IMT (International Military Tribunal) por los siguientes crímenes: (1) Crímenes contra la paz (los cuales violaron todos los tratados internacionales). (2) Cometer crímenes contra la humanidad (Holocausto; persecución por razones políticas, raciales o religiosas). (3) Cometer crímenes de guerra (violación de las leyes de guerra). (4) Planear y conspirar para cometer todos los crímenes por los que fueron acusados en el país donde fueron perpetrados.
Los jueces elegidos de las potencias aliadas presidieron las audiencias de veinticuatro jerarcas nazis. El 1 de octubre de 1946, el Tribunal Militar Internacional anunció sus veredictos. De los acusados, doce fueron condenados a muerte. Tres fueron sentenciados a cadena perpetua. Cuatro fueron condenados a trabajados forzados. Tres de los acusados fueron absueltos. El 16 de octubre de 1946, las sentencias de muerte fueron llevadas a cabo con dos excepciones: Göring se suicidó con cianuro, y Bormann desapareció. Los siete criminales de guerra sentenciados a reclusión fueron enviados a la prisión de Spandau en Berlín. La mayoría de los acusados admitieron haber cometido todos los crímenes de guerra de los que eran acusados. Muchos de ellos afirmaron que no se arrepentían de nada y hubiesen vuelto a hacerlo si hubiesen tenido la oportunidad, aunque otros se defendieron diciendo que seguían órdenes de una unidad superior.
Las personas que fueron condenadas a muerte fueron aquellas que estuvieron involucradas directamente en los asesinatos. Sin embargo, aquellos que desempeñaron papeles clave en el Holocausto como altos funcionarios o miembros de la patronal que formaban parte del círculo de Hitler, los cuales utilizaron a los prisioneros de los campos de concentración para realizar trabajos forzados, recibieron sentencias menos severas. Muchos criminales de guerra consiguieron escapar de Alemania al finalizar la conflagración con el fin de no ser apresados por las fuerzas estadounidenses, francesas, británicas o rusas. Estos huyeron hacia Sudamérica principalmente, donde consiguieron incluso pasaportes falsos adoptando una nueva identidad para no ser reconocidos. Un ejemplo de ello fue Mengele, conocido como “el ángel de la muerte”, el cual emigró a Sudamérica y vivió como carpintero hasta que murió ahogado mientras nadaba; una muerte lenta y dolorosa. Muchos otros, como Adolf Hitler o su fiel amigo Goebbels, encargado del Ministerio de Propaganda, se suicidaron para no ser apresados. Goebbels incluso hizo beber a sus hijos cianuro para morir y obligó a su mujer que se suicidase con él. Sin embargo, los juicios de los nazis continuaron en Alemania y en otros países. Simon Wiesenthal, cazador de nazis, localizó a Adolf Eichmann en Argentina. Éste había participado en la planificación y la realización de las deportaciones de millones de judíos. Cuando dieron con él, fue llevado a juicio a Israel, donde fue ejecutado en 1962. Así, a pesar de que no se consiguió juzgar a todos los involucrados en la nazificación, fue la primera vez en toda la historia en la que las naciones vencedoras promulgaron unos Estatutos y crearon figuras legales como Crímenes de Guerra o Contra la Humanidad a través de los cuales persiguieron, detuvieron y juzgaron a los responsables de la barbarie.
Las consecuencias de los Juicios de Núremberg en el futuro han sido beneficiosas: conflictos bélicos internos o extraterritoriales han sido juzgados por la Sociedad de Naciones (ya inexistente) hasta 1946 y por las Naciones Unidas a partir de 1945. Instituciones como estas son las que permiten que conflictos internacionales y gubernamentales se resuelvan dentro de unos protocolos de respeto y diplomacia en el que las decisiones de cada nación sean escuchadas y tenidas en cuenta, pues se trata de lograr la convivencia pacífica entre todos los ciudadanos del mundo.
Así, los Juicios de Núremberg constituyen el primer paso para la paz; el primer paso para garantizar de forma universal los derechos fundamentales de cada nación; garantizar los derechos humanos; con capacidad sancionadora en el que los conciudadanos se respeten los unos a los otros sin tener en cuenta su religión, etnia, cultura o discapacidad.
Irene Abadía Lapieza